Perfiles urbanos
Solo queda esperar

Una herida abierta: es de Bolivia, vive en Argentina y no pudo despedirse de 7 familiares que murieron por el Covid-19

De ese modo conocimos a Mady Estefhania Arancibia Mole, una joven boliviana de 35 años, que busca seguir con su vida, para crecer y potenciar su profesión de bioquímica y farmacéutica.

El coronavirus nos afectó a todos de distintas maneras, algunos perdieron sus trabajos, otros sus hogares, pero en algunos casos, tuvieron que ver a la distancia, a través de un celular, tablet o un monitor, como fallece un ser querido, sin posibilidad de viajar, ni de despedirlo.

De ese modo conocimos a Mady Estefhania Arancibia Mole, una joven boliviana de 35 años, que busca seguir con su vida, para crecer y potenciar su profesión de bioquímica y farmacéutica.

Todo comenzó en 1987, en un seno familiar completo de hermanos, tíos, padres y abuelos, dentro de la querida ciudad de Trinidad, del departamento de Beni en Bolivia.

Sus primeros años de infancia y adolescencia, envueltos en risas, juegos, estudios y diversos momentos que vivió con su familia, dialogando y aprendiendo sobre diversas historias que han vivido cada uno de ellos, la vuelven una persona culta en diversos aspectos.

Con una mente abierta, sabiendo la situación que se vive en Bolivia, Mady siempre buscó colaborar en la casa y brindarles una mano a sus padres, para que ellos también pudiesen descansar. Pero, como toda joven cuando está en su etapa de crecimiento, tiene que decidir que hacer de su vida.

Es así como elige estudiar bioquímica y farmacia, una carrera que con sacrificio supo llevar adelante, recibiéndose y pudiendo así concretar una de sus tantas metas en la vida.

Pero las dificultades en Bolivia eran muchos y más cuando buscaba trabajo, principalmente en un área de Salud, motivo por el cual Mady tuvo la primera decisión más importante de su vida, irse del país o quedarse en su tierra junto con su familia.

Rápidamente, sin pensarlo, armó su valija y comenzó el viaje directo a Argentina, yendo a la provincia de Buenos Aires e instalándose en la ciudad de La Plata. Al llegar, en un mundo nuevo que no conocía, empezó rápidamente a dialogar con todos aquellos que se acercaban o bien, que pasaban por al lado, siguiendo con agenda diaria.

Al llegar a su pensión, Mady tenía como principal objetivo tramitar los papeles para poder ejercer en Argentina su profesión, pero las circunstancias económicas en el 2016, delimitaron en que se dedicará a hacer changas, buscando la manera de subsistir en el día a día con el alquiler, los servicios y la comida diaria.

Aun así, sin bajar los brazos, Mady en pocos días encontró amigos que la cubrieron del afecto que le hacía falta y comenzó a tener su tierra natal, en la querida ciudad de La Plata, de ese modo la transición del viaje y las dificultades de conocer algo nuevo, se hicieron mucho más fáciles.

Sus amigos la pusieron a trabajar en un supermercado, mientras tramitaba los papeles para ejercer su profesión y, en el mientras tanto, salía a disfrutar todos los viernes y sábados de las noches platenses, conociendo bares y plazas de la famosa ciudad de las diagonales.

Pero como todo esto no es un cuento de hadas, Mady volvió nuevamente a tener un desafío importante en su vida, el virus Covid-19 había llegado a América Latina y la situación en Bolivia comenzaba a ponerse cada vez más complicada.

En comunicación con sus padres, le comentaban que existía una restricción total en el país, al punto de que era imposible transitar la ciudad debido a que el virus había colapsado en el país, provocando masivos casos de contagios.

En aquellos primeros meses, los mensajes eran cada 4 a 6 horas, pasaron de 3 a 4 horas y posteriormente eran cada 15 minutos, al ir siendo notificadas por sus familiares de las complicaciones que había con el Covid-19 y como, poco a poco, iban quedando internados tíos y hermanos de la joven.

Sin pensarlo, tenía la intención de ir a Bolivia para poder ver a su familia y acompañarlos en está difícil situación, pero el virus y las medidas políticas implementadas en Argentina en aquel entonces hacían que sea complicado el poder llegar a su tierra.

Es así como, encerrada en su pieza, pasaba las noches con el celular que iluminaba la habitación, leyendo los mensajes de sus familiares, llorando con ellos y acompañándolos desde lejos, pero por los menos, estando de algún modo presente.

Así fue como Mady tuvo un 2020 y 2021 que fue para el olvido, una joven que en poco más de 300 días, perdió 7 familiares y entre ellos, una sobrina menor de edad.

Mady reconoció que el coronavirus era un virus muy fuerte y por esa razón, cada chiste o gracia que hacían los platenses sobre ello, se lo tomaba de muy mala manera, pero ella a sabiendas de que son dos países distintos (por la forma de manejarse en las áreas de Salud respectivamente, siendo una de manera gratuita y la otra paga), entendía que eran dos modos de ver la situación.

Actualmente, con la posibilidad de poder viajar para ver a su madre y padre previo al cierre del 2021, Mady vuelve a estar en una encrucijada sin saber que hacer de su vida, ya que el Gobierno había impulsado una medida donde los pasajes no se podrán abonar en cómodas cuotas, por lo que la decisión de viajar a Bolivia para ver a sus padres comienza a ser cada vez más complicado.

Tras 5 años de vivir una travesía en la ciudad de las diagonales, con su familia peleando por la vida y la muerte frente al coronavirus, Mady tiene decidido ir a verlos y estar con ellos recibiendo el 2022. Ese corazón de guerrera seguirá latiendo hasta llegar a Trinidad, su tierra natal.

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