Opinión
Sociedad secuestradora

Rehenes

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

Un rehén es una persona cuya libertad se verá privada y retenida a la fuerza por unos captores con objeto de utilizar esta situación para tratar de obligar a otra persona, organización o nación a cumplir unas condiciones dadas.

Rehén, es un término que procede de la lengua árabe, concretamente deriva de la palabra “ráhn”, que, a su vez, emana de “rihan”, que puede traducirse como “prenda”. Se trata del individuo que es secuestrado por otro sujeto a modo de garantía para exigir a un tercero que satisfaga sus exigencias. El secuestrador, de este modo, puede ejercer presión, incluso amenazando con matar al rehén en caso de que no cumplan sus pedidos.

Un rehén es alguien que se encuentra privado de su libertad de manera ilegal. Esto quiere decir que el rehén no está en la misma situación que un recluso o preso, cuya privación de la libertad se encuentra avalada por la ley y justificada como castigo por un delito cometido.

Pero es que acaso en un sentido ampliado ¿esta condición de “rehén” no está legalizada ya? Por ejemplo: rehenes del estado; de gobernantes; de políticas que dañan el nivel de vida de millones de connacionales; de empresas como las proveedoras o transportadoras de servicios públicos que gestionan nuestros recursos naturales.

Pagamos para que nuestros representantes nos garanticen determinados derechos enunciados en la Constitución Nacional. Pagamos para que nos brinden ciertas prestaciones. ¿Somos ciudadanos, clientes, consumidores o rehenes?

Si no recibimos la debida contraprestación: ¡a callar, a reclamar administrativamente, judicialmente, a esperar sentado, a hacer fila, a aguantarse y aguardar a las próximas elecciones!

Es importante establecer que el rehén, es una víctima, que puede desarrollar lo que se conoce como Síndrome de Estocolmo. Este es una reacción psicóloga que lleva al individuo que está retenido a desarrollar un vínculo afectivo con el delincuente, al que incluso puede llegar a entender y comprender por qué actúa de esa manera. Por regla general, cuando dicho síndrome aparece es como consecuencia de que el secuestrador no se comporta violentamente con la víctima y esta llega a creer que eso es un acto de humanidad por su parte.

¿Padecemos este síndrome o sufrimos conscientes y resignadamente las consecuencias negativas de la convivencia en una sociedad secuestradora?

(*) Abogada y escritora

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