Perfiles urbanos
Pasan sus días apostados en Diagonal 80

Llamado a la solidaridad para un loco lindo y su amigo fiel

Roberto Santos López pasa los días a la deriva junto al único ser que le demuestra afecto en esta ciudad. (Foto: NOVA)

Roberto Santos López tiene 35 años y hace 20 quedó en la calle, luego de que su familia se adueñara de la casa en el barrio Los Hornos (66 139 y 140 N° 2239) donde vivía junto a su madre Olga Beatriz Tamayo, quien acababa de morir. Su padre Óscar Mártire, había fallecido antes “por culpa del cigarrillo”.

“Día por medio” se lo puede ver leyendo la Biblia y besuqueando a su fiel perro y único compañero de vida, Rumbo, en Diagonal 80 esquina 48, sobre la vereda de la Basílica de San Ponciano. A pesar de ello, no quiere saber nada con religiones, dice que “son todas estafadoras” y no cree que estén realmente sustentadas por las Santas Escrituras. Otras veces, se sienta en la puerta del Mateu Sport ubicado también sobre la Diagonal, pero en la intersección de 4 y 47.

Tiene seis hermanos –todos mayores que él– a los que nunca volvió a ver. Sólo recuerda el nombre de cinco: María Celeste, Juan Manuel, Carlitos, Hernando Andrés y Yamila Janet Tamayo, a quien su tía internó en el área psiquiátrica del Hogar y Centro de Día Villa del Sol, en la ciudad de Bernal (Partido de Quilmes): “La fui a ver pero no me dejaban entrar, me pedían una autorización de mi tía, pero a ella nunca la encontraba”.

“Mi vieja una vez me prometió que el día de mañana la casa iba a ser para mi hermana y para mí, pero me terminé quedando en la calle, sufriendo mucho. Pasé la nieve y la inundación (2003) con Rumbo en brazos, que casi se me ahoga. Ese día lo puse en una bolsita y nos fuimos nadando desde Tolosa hasta Ringuelet”, recuerda con tristeza.

A la deriva

Actualmente vive en una pensión ubicada en Diagonal 80 entre 2 y 3, la única en donde lo dejan dormir con su mascota. Pero el alquiler le cuesta unos 1.500 pesos mensuales que solventa gracias a la caridad de la gente. Buscó trabajo pero nunca pudo encontrar algo fijo; es que es un loco lindo y muy disciplinado, probó de limpiavidrios entre otras cosas, pero la policía lo echó y no se animó a volver.

Este mes ya no llega a juntar el dinero que necesita y otra vez quedará en la calle. Hace un año lo picó una araña y estuvo postrado varios días con una pierna inflamada que ya se curó, aunque no del todo: “Me pica, pero no me quisieron atender más porque cuando volví a ir, no encontré a mi amiga que me atendía cuando estaba internado”.

Roberto nunca recibió verdadera ayuda municipal y es bastante reacio a quedarse en un refugio. Pero no es mucho lo que necesita: con un lugarcito un poco más económico donde poder dormir junto a su perro y un trabajo informal, que le dé lo necesario para costear sus necesidades básicas, podría salir de la desesperanza en la que está sumergido. Mucho mejor sería que alguno de sus familiares se apiadara de su situación y le diera el espacio que por herencia le pertenece.

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