Perfiles urbanos
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El emprendedor Ariel Rosales: "Cuando hablo y cuento lo que viví me emociono por todas las que pasé"

El emprendedor Ariel Rosales (en el medio), junto a empleados de la parrilla.
Es muy hermoso el sitio.
La parrilla se ubica en la intersección de 25 y 40, localidad bonaerense de La Plata.

Por el periodista Marcelo Moriconi, especial para NOVA

A lo largo de los 9 años que Ariel Rosales está al frente de la parrilla que lleva su nombre en la intersección de 25 y 40, en el barrio de La Loma (La Plata, provincia de Buenos Aires) de donde es oriundo, tuvo varios vaivenes que lo hicieron trastabillar, pero no perder el rumbo.

Sufrió un incendio que lo obligó a arrancar de cero, pasó la pandemia y navega en la tormentosa economía argentina ofreciendo un menú barato y abundante para sus clientes.

Su relación con esa esquina en cuestión en el populoso barrio de la zona norte de la ciudad de La Plata tuvo que ver hace más de 16 años con la quema momo y el lugar de juntada con amigos.

“Yo arranco con 'Ariel a la parrilla' casi de casualidad. El negocio lo tenía un amigo al cual le preste en su momento un dinero. Sucedió que, durante un festejo de fin de año, en el lugar había mala junta, se armó lio grande y le pedimos que se vaya por respeto al barrio”, enfatizó y agregó que “arrancamos con una panfleteada un fin de semana y abrimos el martes al mediodía, sin familiares ni amigos, se vendió todo la parrilla”.

La fecha la recuerda con exactitud: “Fue un 5 de abril de 2015, mi hijo Valentino Andrés nació el mismo día dos años despues”. No será a lo largo de la charla la último vez que nombre a su primogénito, a su papá Osvaldo y a su mama Elena; como así también emocionarse en varias ocasiones.

En esos tiempos Ariel trabajaba en el negocio de su padre, la reconocida casa de repuestos y accesorios del automotor “Osvaldo” de avenida 32 entre 134 y 134 bis. De sus comienzos opinó que “yo mantuve por un año y medio los dos trabajos. En la parrilla cuando arranqué tenía un puñado de sillas y bancos. En menos de seis meses ya teníamos más de 30 lugares adentro y 17 mesas”.

A la constancia y la entrega por sacar el negocio adelante le sumó una cuenta muy clara para que funcione: “Trabajamos con todo de muy buena calidad porque la calidad es todo. Si vos sos barato y malo, vienen una vez y no vienen más. El boca en boca como te hace un fenómeno también te destruye. Nosotros seguimos adelante hace 9 años y eso tiene mucho que ver”.

La nota se interrumpe porque Ariel se saluda con un trabajador de un comercio cercano que se acercó a comprar un sándwich de vacío. Luciano, el parrillero, corta rodajas grandes, apila mucha carne sobre el pan y le suma una rica una salsa criolla que se puedo oler a varios metros.

“Nuestra parrillada para uno, comen tres y se van satisfechos. Yo siempre aposté a estas tres cosas: precio, cantidad y calidad, no le pijoteo. Vos vendiendo así, en la cantidad, el número está. El tema es perdurar, yo voy por los 9 años. La gente nos conoce, me conoce, saben lo que vendemos. La gente del barrio ya no hace asado en la casa, no les conviene, es más barato venir a la parrilla”.

Le gritan de la puerta, vuelve a saludar, esta vez a un adulto mayor. Se disculpa, “El barrio me quiere, lo cuidé siempre”, aclara y prosigue: “Todo calidad y por derecha, mi viejo me enseñó que la gaseosa se llena con vaso limpio. Me han ofrecido carne de dudosa procedencia, de todo, pero ni loco me ensucio las manos. Doy gracias a los padres que tengo que me han enseñado a ser buena gente”.

La entrada de operarios, trabajadores informales, taxistas, choferes, que paran a comer algo al paso al mediodía, es casi constante, Lucia hace marchar los pedidos. Bife con fritas, milanesas, pechugas, bondiola, choripán, vacío y el asado, salen a buen ritmo, la mayoría para llevar. En el salón se van ocupando las mesas y se disponen a pedir seis comensales, todas mujeres, que llegaron convocadas por una reserva hecha por una tal Alicia.

Como el ritmo comercial se fue intensificando la nota se pautó en una mesa en la calle, junto a un salón comedor ubicado en la acera. “Al primer año que abrí, volví de Cancún y me habían prendido fuego la parrilla”, dijo y se quebró: “No me dejaron nada. Pasé del paraíso al infierno sin escalas. Estuvo dos días tirado, muerto, no podía reaccionar. Tenía ataques de pánico. Se me fue todo a la mierda”, aseveró Ariel.

“La volví a abrir un 5 de junio de 2016 y a meterle pata”, declaró mientras levantaba la mano para saludar a un grupo de pibes que lo consultaban por el viejo, un empleado que entra por las noches. “Me costó mucho esfuerzo, pero había encontrado algo que me gusta hacer en la vida y no iba a dar el brazo a torcer”.

En esa época, el pibe que fue a la Escuela San Martín en diagonal 73 y 41 y que hizo el secundario en la Escuela Belgrano de 9 y 38, tenía una gran clientela que lo llevó a vender 120 vacíos, 60 costillares de asado y un promedio de 60 matambres semanales. Además, ya se dedicaba al rubro de carnicerías y tener una red de locales y clientes.

“Mi abuela, la polaca, siempre me decía que ahorrara plata, que no la mal gaste. Mi mamá es igual, tiene la costumbre de tener reservas de todo y cuando le preguntaba me decía por la guerra. Yo me preguntaba qué guerra íbamos a tener acá, pero llegó y fue la pandemia. Para nosotros fue terrible. En lo personal y lo comercial fue difícil. Ojo, a mis empleados les pasé su plata semanalmente, no les fallé, pero nos fuimos a pique”.

Su grupo de empleados para Ariel son como parte de la familia. Son 10 estables más dos repartidores que se suman los fines de semana. “Hay muchos desagradecidos en la vida, muchos amigos del campeón, muchos a los que consideraba amigos me cagaron. Se llevaron la plata, pero perdieron el lomo, este lomo, el que está para bancar las amistades, como yo banco a mis empleados. Yo podría cerrar hoy mismo y esperar que todo esté mejor, pero acá hay varias familias que dependen de mí”.

En los meses del Covid-19, la gente le pidió a Ariel que abra el negocio y éste les dedicó un video por redes sociales que llegó a superar los 4 millones de visitas. “La gente se encariño con la parrilla. ¿Sabes lo que pasa?, acá vos comes como en tu casa. No te servimos el asado banderita, acá comes abundante, con cortes de asado ancho para que lo puedas agarrar con mano como si estuvieras en tu casa”, apuntó con voz enérgica hasta el punto de quedarse sin aire mientras golpeaba con la mano derecha la mesa.

En el rubro carnicerías que nombró no le fue todo lo bien que hubiese deseado debido crisis económica, la falta de palabra de clientes poco pagadores y la caída de mercados que hicieron que baje las cortinas, “miro a todos de frente, no le dejé debiendo un peso a nadie”.

“Fue difícil cerrar las carnicerías, yo juego a ganador siempre. Me rompo el lomo para buscar que salga bien. Me pasaba cuando jugué en infantiles (Nueva Fuerza), en la liga en Círculo Tolosano que ascendimos, en los Juegos Bonaerenses con mis compañeros del secundario fuimos campeones tres años seguidos, o cuando hacíamos el muñeco, siempre hasta ganar no paro”, observó y aclaró que le hubiese gustado llegar a primera en fútbol, pero una rotura de tibia y peroné en las inferiores del lobo lo alejaron del profesionalismo.

A pesar de las ofertas que tuvo para comprarle el fondo de comercio no quiso vender. Pronunció que no soportaría ver la parrilla abierta con otro dueño y que el cariño por sus empleados no lo cambia por nada.

“Soy un tipo que ama a su familia, que defiende a los suyos, con sentimientos, que le gusta que le digan la verdad, aunque duela, que no es perfecto porque somos seres humanos y le podemos errar, pero que está acá para mejorar día a día”, definió para finalizar.

“Ariel a la Parrilla” abre de martes a domingos al mediodía de 12.30 a 15.30, en tanto por las noches, los días de apertura son de miércoles a sábados de 20.30 a 23.30. Las reservas para cumpleaños, reuniones, eventos, como así también de pedidos se pueden hacer al WhatsApp 2213523788.

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