Opinión
Mirada política

De izquierdas y peronismos…

Carlos Sortino, referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación.

Por Carlos A. Sortino (*), especial para NOVA

Algunos sectores de la izquierda vernácula no soportan una alianza táctica con un peronismo, que, todos, sabemos, promueve la alianza de clases y no la lucha de clases, bandera histórica de los “oriundos del marxismo”. Será cuestión de seguir discutiendo cuál es el verdadero conflicto. Para nosotros, sigue siendo la lucha de clases. Pero, mientras lo seguimos discutiendo, creemos que hay que juntarse para desbancar a quienes están destruyendo nuestra vida y las vidas de nuestros hijos y nietos.

Hablo desde una organización política que siempre, sin ser peronista, estuvo en el Frente para la Victoria, que se sumó luego a Unidad Ciudadana y que seguirá aportando al frente electoral que este año los continúe y los amplíe. Ello significa que no hablo desde “afuera”, aunque así parezca.

Vale esta aclaración para las compañeras y compañeros de izquierda que nos critican duramente por nuestro posicionamiento político y para las compañeras y compañeros del peronismo que nos miran de reojo. Y es “natural” que así suceda, porque la tensión entre marxismo y peronismo no es nada nueva. Podríamos decir que, a pesar de Cooke, nunca ha sido una relación armoniosa.

Habría que ocuparse un poco de la “estructura de sentimiento” sobre el peronismo que tiene esta izquierda y, por qué no, todo el arco del extraperonismo, no necesariamente infestado de gorilas, como sostienen muchos peronistas. Y para ello, quizás sea útil remitirse a su mito fundacional y darle una vuelta de tuerca, porque de esa manera también podremos explorar la “estructura de sentimiento” que el peronismo tiene sobre la izquierda.

Las patas en la fuente

Aquellas patas en la fuente no eran todavía peronistas, en el sentido de pertenecer a una organización política y reconocer en ella una doctrina a seguir: eran socialistas, comunistas, radicales, conservadoras, todas ellas desprendidas de sus estructuras orgánicas, que hallaron alivio en aquella fuente, luego de marcarles el culo a patadas a sus rancios y retrógrados dirigentes. Algunas, incluso, eran anarquistas. Y muchas (quizás la mayoría) carecían de terminal político-partidaria. Aquellas patas en la fuente eran peronistas en el sentido de reconocer en Perón al líder político que les estaba allanando, desde el Estado, un camino de dignidad por primera vez en sus vidas.

El peronismo nació de aquel crisol ideológico. De allí su compleja heterogeneidad. De allí su pretensión de totalidad. Por eso el peronismo es, al mismo tiempo, el problema y la solución. Los que insisten en achacarle sólo una de estas propiedades, no están buceando en su profundidad cultural ni serán efectivos a la hora de organizarse con él o de combatirlo.

No sé si habrá peronistas y anti peronistas que suscriban mi lectura de su historia común, porque ambos son, a mi juicio, sentimientos irreversibles. Sólo sé que hablar del peronismo sin pertenecer a él es pertinente. A muchos nos sigue pareciendo que un proyecto político nacional y popular, por ahora, no puede prescindir de ese movimiento. Simplemente, porque somos descendientes y herederos, en nuestro caso, de las patas socialistas que hallaron alivio en aquella fuente.

“Trabajadores, únanse”, gritó Perón aquella noche de las patas en la fuente. Lo mismo que gritó Marx casi cien años antes, en su Manifiesto Comunista.

Combatiendo al capital

Desde el campo ideológico marxista, al que pertenezco, pueden desprenderse diversas líneas de acción política, pero todas ellas tienen por objetivo socavar las bases de sustentación del sistema capitalista (eso que se canta con fervor en cualquier acto peronista). Y desde ese campo ideológico me atrevo a sostener que quienes no somos peronistas -al menos, algunos- no discutimos la centralidad política del peronismo en esta etapa. Lo que sí discutimos es su exclusividad política.

Me parece necesario que desde aquella centralidad -y no desde esta exclusividad- se convoque al universo “extra peronista”, es decir, a quienes, estando fuera del peronismo, nos sentimos parte del campo nacional y popular y junto a él pretendemos la construcción de una alternativa político-ideológica superadora, que resulte deseable, creíble y posible para la mayoría del pueblo. Porque es urgente desbancar a quienes nos están envileciendo.

Me refiero a la articulación (o, si prefieren, unidad) del “campo nacional y popular”, es decir, la de todos aquellos que nos oponemos al proyecto neofascista en curso y exitoso. Y al hablar del universo extraperonista, no estoy hablando sólo de organizaciones políticas: estoy hablando de “sueltas” y de “sueltos”, que se cuentan por miles. Claro que este “campo nacional y popular” incluye, y como actor fundamental, al peronismo. Pero no se reduce a él.

La única verdad

Perón se ha inspirado en decenas de intelectuales de todos los tiempos y de todos los lugares del mundo en sus discursos orales y escritos. Y los ha citado también. Sin embargo, muchos peronistas sólo citan a Perón y a todos los demás los desprecian por no ser peronistas. La única verdad es la realidad, dijo alguna vez Aristóteles. Qué cosa, ¿no? También hay muchas y muchos que consideran un orgullo pretender que uno reniegue de su pertenencia ideológica, pero, al mismo tiempo, considerarían una ofensa que se intente lo mismo con ellas y con ellos.

La paradoja se multiplica cuando advertimos que los votos que hacen falta para ganar las elecciones están fuera del universo peronista y/o kirchnerista (como ustedes quieran), pero son convocados muy tímidamente, casi con desgano. Mientras tanto, aquel “uno” está esperando que se lo incluya políticamente, sin que se lo haga renegar de su identidad, ni que se lo use para “sumar”, lo que percibe como una forma de desprecio (la “ensalada del asado”, como dijo alguien alguna vez). Así, aquel “uno” ve frustradas sus expectativas y huye por derecha o por izquierda.

Esta es la “estructura de sentimiento” de la que hablé al principio. Una estructura de sentimiento construida, como toda estructura de sentimiento, en la relación entre los unos y los otros. Con aproximaciones y distanciamientos. Con confianzas y desconfianzas. Pero aún así, hoy, una relación política necesaria. Al menos, desde mi perspectiva ideológica.

Tácticas y contradicciones

Es por eso que hay algo que hace que muchos marxistas, leninistas, guevaristas y gramscianos, organizados o no, formen parte del “universo K” desde hace muchos años.

Ni Marx ni Lenin ni Guevara despreciaron jamás la democracia burguesa. Alentaron siempre la participación electoral y aconsejaron no soslayar las “alianzas tácticas” con la burguesía, mientras la revolución socialista estuviese fuera de alcance. Ello significa que consideraban a la democracia burguesa como un medio y no como un fin. Los fracasos de esta estrategia tienen que ver con algunas inconsistencias ideológicas propias, que favorecen la práctica de la traición permanente, y con una correlación de fuerzas significativamente desbalanceada.

Tampoco Gramsci desdeñó la democracia burguesa en aquellos términos y fue diputado en pleno régimen fascista. Advirtió su advenimiento algunos años antes, cuando lo gritó desde las páginas del periódico L'Ordine Nuovo en su primer número, el 1° de mayo de 1919: ‎"Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos de todo nuestro entusiasmo; organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza". No tuvo mucho alcance su arenga, porque no sólo apareció un tal Mussolini, sino que, además, el régimen fascista que había anunciado lo metió en la cárcel hasta seis días antes de su muerte.

Y por algo es también que los frentes de izquierda, de origen trotzquista, se mantienen al margen de ese universo y lo apedrean sin descanso.

Trotzky nunca se interesó por la democracia burguesa, dado que la reemplazaba lisa y llanamente por la “dictadura del proletariado”, cuya manifestación práctica es el soviet, y la “revolución permanente”, cuya manifestación práctica es un proletariado haciéndose cargo de lo que no es capaz de hacerse cargo la burguesía del subdesarrollo: luego de la “toma del poder”, iniciar las tareas democráticas (el desarrollo industrial, entre ellas), para llegar al socialismo. Claro que Trotzky iniciaba la historia de la Revolución, luego de la Revolución. Pero contradicciones tenemos todos.

Acaso pudiera mostrarse el “Cordobazo” como ejemplo exitoso de un frente político organizado, contra todo prejuicio, por marxistas y peronistas. Y digo exitoso en términos de organización y articulación de perspectivas ideológicas distintas, a las que luego, en la acción, se agregaría la juventud universitaria, mayoritariamente radical.

Se juntaron en Córdoba el marxista Agustín Tosco, secretario del Sindicato de Luz y Fuerza, y el peronista Elpidio Torres, secretario general del SMATA, que, al mismo tiempo, pertenecían a centrales obreras distintas: el primero formaba parte de la CGT de los argentinos, liderada por Raimundo Ongaro, y el segundo respondía a la CGT “legalista”, que comandaba Augusto Vandor. Y en ese encuentro, al que luego se sumó otro peronista de la segunda central, Atilio López, líder de la UTA, acordaron la acción conjunta para frenar los abusos policiales y las políticas anti-obreras.

Anclajes y sentimientos

Hablando en términos marxistas, no estamos en una etapa prerrevolucionaria, ni mucho menos. Estamos en una etapa de resistencia al avance de la derecha, una derecha de nuevo tipo, muy bien organizada internacionalmente, aunque no de manera orgánica, estructurada, como concebimos a una organización desde nuestro sentido común, que navega entre el siglo 19 y el siglo 20, y aún no percibe el siglo 21.

Ella, la derecha internacionalizada, no sólo percibe el siglo 21, sino que lo viene preparando, paso a paso, desde siempre, como preparó el siglo 19 y el siglo 20, y lo conoce en profundidad, como conoció en profundidad aquellos siglos. Los cuadros políticos de la derecha internacionalizada pueden parecer idiotas, pero son muy inteligentes y creativos. Que los tomemos como idiotas sólo viene a demostrar que nos falta madurar políticamente, que todavía no comprendimos del todo el siglo 19 y por eso estamos anclados ideológicamente allí.

Hoy, más que un fantasma, hay un sentimiento que recorre el mundo: el sentimiento neofascista que proyecta esta derecha internacionalizada. Un fascismo del siglo 21. Ya no corporizado en un líder carismático y perverso, seguido por fanáticos y temerosos. Ya no sistematizado en un Estado totalitario y antidemocrático. Aunque, tal vez, si lo dejamos avanzar, vuelva a adquirir aquellas formas. No lo sabemos. Sólo sabemos que hoy es un sentimiento. Y sabemos también que un sentimiento siempre es más fuerte y duradero que una razón.

Lógica y conducta

El campo de la política, así como todos los campos en que se organizan las relaciones sociales, está subordinado a la lógica del interés. No podemos decir de tal o cual conducta que es buena o es mala. Podemos decir que persigue tales o cuales intereses, lo que implica tales o cuales beneficios probables para tales o cuales sujetos y tales o cuales perjuicios probables para tales o cuales otros sujetos.

Traigamos el ejemplo de la lucha de clases, antipática y disolvente, como la juzga nuestro colonizado “sentido común”. Pero es tan sólo un conflicto, abierto, encubierto o latente, como todo conflicto. Y su fundamento es la puja de intereses antagónicos (materiales y/o ideológicos), como lo es en todo conflicto. Así de simple.

En estos conflictos (necesarios e ineludibles) solemos tomar posición a favor de unos u otros, según nuestros propios intereses (políticos, económicos, ideológicos, etc.), aunque lo admitimos muy poco y lo enmascaramos tras la lógica de “lo bueno” y de “lo malo”. Ocurre que “lo bueno” y “lo malo” pertenecen al campo de la moral, no al campo de la política, y, en todo caso, quien quiera utilizar esa lógica podrá hacerlo una vez agotada la lógica anterior.

Izquierdas y derechas

Hace muy poco tiempo, Cristina Fernández afirmó que “izquierda” y “derecha” son categorías perimidas. Y ella es la líder indiscutible del espacio político al que adherimos. Sin embargo, seguimos considerando que somos mujeres y hombres de izquierda. No comulgamos con la idea de que izquierdas y derechas sean categorías perimidas (por supuesto que se las puede re significar).

Seguimos sosteniendo que la única alternativa al capitalismo (derecha) es el socialismo (izquierda), pero que, por ahora, no es posible esa construcción política (por factores subjetivos, fundamentalmente), lo que no significa que haya que abandonarla como objetivo. Entre tanto y hasta tanto, nos resistimos a ser simples “testimoniantes”. Preferimos tomar las riendas del Estado y desde allí promover políticas públicas que dignifiquen (o que, por lo menos, tiendan a dignificar) nuestra calidad de vida individual y colectiva.

Si aceptamos el liderazgo político de Cristina Fernández, no es porque estemos en un todo de acuerdo con ella ni con el espacio político que nos contiene, sino porque consideramos que es la principal referente de la única fuerza política que puede desplazar a la derecha gobernante y encarar un gobierno con las características mínimas que ya explicitamos.

Ni marxistas ni peronistas podemos abjurar de la política de alianzas que siempre hemos promovido en nuestra historia, ni dejar de lado el análisis puntilloso de la correlación de fuerzas en cada contexto político. Ni marxistas ni peronistas podemos negar que resulta inconcebible, imposible, la pureza ideológica, ética, moral. Y debemos asumir que formar parte de una organización o apoyarla es aceptar esa realidad. Aunque no como límite, sino como punto de partida.

Claro que hay otras interpretaciones posibles, también ellas respetables. Nosotros nos quedamos con esta, que esclarece nuestra conducta y no tiene pretensión de validez universal.

(*) Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/

https://www.facebook.com/CarlosASortino/

Lectores: 597

Envianos tu comentario