Hijo de Matilde Olga Farías y Remo Lombardo, lleva en la sangre identidad italiana. Pertenece a una familia numerosa: ocho hermanos (cinco varones y tres mujeres) uno de ellos ex combatiente en la infausta Guerra de Malvinas.

Al contar solo con estudios primarios, Hugo Lombardo entendió desde chico que su prioridad y primera necesidad fue tener que salir a trabajar y hacerse de un oficio. En ese derrotero su primer trabajo fue en el recordado café pool “Elián”, tiempos en que alternaba esa tarea con la práctica de boxeo, deporte del que se manifiesta adepto. También fue churrero en la costa atlántica, entre otras actividades informales de remuneraciones antojadizas y a veces escasas.

Pero tiempo después se arrojó al mundo de la calle. Fue vendedor ambulante y como otros tantos necesitados de llevar dinero al bolsillo en épocas flacas no dudó en echar mano al carro y al caballo para juntar chatarra. Fueron inicios “fuleros”. Hoy sigue con esa actividad, aunque, como afirma, “en mejores condiciones”.

“La música siempre estuvo presente en mi vida, compañera de reuniones y karaokes con familiares y amigo, cantaba de manera informal”, asume con orgullo “Toto”, que siempre iba por más y animaba reuniones y tertulias entonando temas de Serú Girán o Luis Alberto Spinetta.

Mientras comenta sus estilos musicales y repertorios predilectos, recuerda cómo fue su primer techo: una humilde casilla, que compartió junto a su compañera de vida Judith Elizabeth Ruiz Rha, madre de su único hijo, Giuliano David Noel –líder de una banda de rock llamada “After”., quienes hoy por hoy conforman su “familia consolidada”.

Lombardo recuerda cómo pegó el salto del amateurismo musical al profesionalismo. Pondera a su sobrino Nico Almada y a Javier el “Oso”, un amigo y hermano que ya no está, como impulsores de pisar un escenario. Con nostalgia recuerda su primer show, cantando hasta mediada la madrugada en un reconocido bar platense llamado “La Ferretería”.

Perfeccionó el uso de su voz acudiendo a una escuela de canto a cargo de Alejandro Ferreira, quien también ofició de improvisado manager ayudándolo a hacerse un nombre en el ambiente y participando en distintos shows públicos y privados de la ciudad capital provincial.

“Cumplo el sueño de poder llegar a las personas día a día y desde la música. Feliz de hacer lo que me gusta y esta vez sin sacrificio mediante, con la certeza de que este es sólo el comienzo”, resuena convencido para luego acudir al manual de filosofía de la calle y decir que “la música expresa lo que no se puede decir y aquello sobre lo que es imposible estar en silencio”.

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