El barrio de La Granja tiene el orgullo de contar entre sus hijos dilectos a Alejandro Gardinetti, quizá el más destacado humorista y “contador de chistes” que hay en la actualidad en la Argentina.
Por cuarta vez, Alejandro ha sido nominado para el premio Martín Fierro en la categoría de Mejor Labor humorística en Radio.
Lleva más de dos décadas con su actividad profesional, y en su carrera ha estado junto a los más destacados conductores de la radio. Fue humorista de Juan Alberto Mateyko, Héctor Larrea, Alejandro Fantino y también estuvo en los más vistos programas de televisión como invitado especial.
El arte de Alejandro Gardinetti se basa en el poder de la palabra y en la capacidad del chiste como instrumento para mantener a los espectadores en un estado de hipnosis festiva. Gardinetti contagia alegría desde el primer instante en que aparece en escena. Hay en él una virtud del relato humorístico que hace recordar a Verdaguer y algunos pasajes del recordado español Gila.
Durante muchos años, Alejandro trabajó en fiestas privadas y apariciones como invitado en programas. Desde 2010 tiene su propio espectáculo,”Catarata de chistes”, que presentó con éxito en La Trastienda, en Capital Federal, y en el Teatro La Nonna, en La Plata.
También durante 2010, Gardinetti tuvo una activa presencia en programas de TV, que le sumó popularidad. Un reconocimiento que lo encuentra en un momento excelente de su carrera, por la aceptación que tiene su revalorización de la palabra como vehículo para el chiste.
Son pocos los artistas que pueden sostener semejante “Catarata de chiste” en un espectáculo como lo hace Alejandro Gardinetti. Genera en la audiencia una acumulación de carcajadas, por la velocidad de su oratoria y la precisión del encadenamiento de chistes que realiza.
El 22 de mayo, en el Hotel Hilton de la Capital Federal, volverá a escucharse el nombre de Alejandro entre los nominados al Martín Fierro. Seguramente esta vez obtendrá la estatuilla.
Habrá sido el premio justo para un trabajador incansable del humor, que ya entretenía a sus compañeros de colegio, cuando era un joven de rulos con rostro risueño, o a quienes viajaban en la línea 561 hacia el barrio de La Granja, a fines de la década del setenta y principios de los ochenta.
Fuente: “El Imparcial del Oeste”.
