Esa prenda, olvidada en el ropero, terminó siendo la chispa que encendió su costado creativo.

Tiempo después, un grupo de amigos la llevó a un evento de cosplay en NeonTokyo. Sin disfraz preparado, improvisó con el poncho y unas alpargatas prestadas. Se presentó en el concurso con el nombre “Gaucho” y, entre risas y “Aro Aro” polémicos, terminó llevándose una mención honorífica. Fue la señal que necesitaba para meterse de lleno en este universo de disfraces y personajes.

Desde entonces, comenzó a perfeccionar su traje: compró nuevas bombachas de campo, ponchos y alpargatas. Pero la atención del público no terminaba de llegar. Entonces se le ocurrió un giro inesperado: mezclar la tradición criolla con otra pasión personal, el mundo furry.

Desde la adolescencia se siente parte de esa comunidad, que crea animales antropomórficos con personalidad humana, aunque muchas veces sea malinterpretada o mirada de reojo.

Así nació la idea del gaucho furry, un personaje tan argentino como original. En las últimas vacaciones empezó a darle forma al traje, que presentó en la convención La Plata Comic. La propuesta, mezcla de tradición y fantasía, busca transmitir que la creatividad no tiene fronteras: uno puede inventar su propio personaje y darle la fuerza suficiente para que conquiste un escenario.

El proyecto todavía está en pañales, apenas un 20% terminado, pero Renata ya piensa a lo grande. Sueña con seguir puliendo el gaucho furry y, cuando esté listo, lanzar un desafío todavía más desopilante: un disfraz gigante de empanada.

Mientras tanto, comparte sus avances y anécdotas en Instagram bajo el nombre @GauchoSalame, donde invita a quienes quieran acompañar este viaje a seguir de cerca a un personaje que promete dar que hablar.

Al fin y al cabo, cada quien baila con el poncho que tiene.