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Alerta sanitaria

Monóxido de carbono, el asesino silencioso que llega junto al frío: el riesgo de intoxicación crece en el invierno

Los casos, que deben ser atendidos en hospitales por profesionales médicos, se multiplican en la estación más fría del año debido al mayor uso de artefactos de calefacción a gas.

Con la llegada del invierno, muchas familias buscan mantener sus hogares cálidos para enfrentar el descenso de las temperaturas. Sin embargo, esta necesidad trae consigo un aumento en los casos de intoxicación por monóxido de carbono, un riesgo asociado al uso de calefactores, estufas y otros artefactos a gas.

En este contexto, los especialistas advierten que estas intoxicaciones son completamente prevenibles si se toman las medidas adecuadas. Entre las recomendaciones más importantes se destacan:

-Realizar una inspección anual de todos los equipos a gas por parte de un gasista matriculado.

-Evitar el uso de hornallas y hornos como fuente de calefacción.

-No obstruir las rejillas de ventilación.

-Colocar detectores de monóxido de carbono en sectores clave del hogar.

-Mantener una rendija de al menos 10 centímetros abierta en alguna ventana, incluso en los días más fríos.

Ante síntomas como dolor de cabeza, mareos o náuseas, se debe ventilar inmediatamente el ambiente y acudir al servicio de emergencias.

Los expertos subrayan que uno de los mayores peligros del monóxido de carbono es que no tiene olor, color ni sabor, lo que lo hace prácticamente imperceptible sin sensores adecuados. De hecho, comunmente se lo denomina como "el asesino silencioso" por estas caracaterísticas.

En cambio, si se percibe olor a gas, se trata de butano o propano al que se le ha agregado mercaptano, una sustancia con aroma penetrante para advertir fugas.

Si se sospecha una intoxicación, se recomienda actuar con rapidez: abrir ventanas, apagar los artefactos y abandonar el lugar.

El monóxido de carbono (CO) es un gas tóxico que se produce por la combustión incompleta de materiales que contienen carbono, como gas natural, leña, carbón o kerosene. Su alta afinidad por la hemoglobina —250 veces mayor que la del oxígeno— le permite desplazarla en la sangre, provocando una peligrosa disminución del oxígeno disponible en las células, lo que puede causar asfixia.

El impacto del CO en el organismo depende de su concentración en el ambiente (medida en partes por millón) y del tiempo de exposición. Los efectos van desde cefalea, fatiga y vómitos, hasta convulsiones, infartos o incluso la muerte.

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