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Jardín acorralado por el excremento y el olor

Microcentro platense continúa sitiado por bandadas de estorninos que invaden la ciudad

El estornino, un ave que invadió la región y enloquece a los vecinos. (Foto: NOVA).

El Jardín Upa La-La se encuentra en Avenida 13 entre 46 y 47, a mitad de cuadra. La aguja estaba por marcar las 12 y no se producía la habitual aglomeración de padres en la puerta del establecimiento. Están todos en la esquina, aguardando que la portera dé el OK: es imposible mantenerse más de 5 minutos en la vereda del lugar, el excremento de pájaro recubrió la vereda y el olor es nauseabundo.

El Sturnus vulgaris, más conocido como estornino, es un pájaro negruzco y con canto ensordecedor, su danza se observa todos los atardeceres en un espectáculo magnífico. Sin embargo, ésta es su única belleza: por lo demás, es un ave que, con poco más de dos décadas y media en el país, ya es considerada una plaga.

Llegan en bandadas para desplazar y usurpar, usufructuando logros ajenos como propios; son invasores que se sirven de la “patota” para conseguir sus fines, y durante la última década han conquistado numerosos espacios antes reservados a la diversidad. En lo alto de la Ciudad, los estorninos jaquean a las especies de aves tradicionales, y provocan cada vez más dolores de cabeza a los vecinos, testigos de una multiplicación que parece insoluble.

Con la llegada del calor estival, numerosos ejes urbanos forestados y espacios verdes locales se pueblan con una rica variedad de pájaros. Sin embargo, en algunos esa multiplicidad viene decayendo como consecuencia del avance de los estorninos, una especie exótica que no sólo genera un bullicio cercano a lo ensordecedor, sino que cubre las veredas y calzadas con un verdadero manto de deposiciones de olor nauseabundo, que atraen moscas y eventualmente pueden favorecer la aparición de enfermedades respiratorias.

Una comerciante de la cuadra aseguró en diálogo con NOVA: “Tenemos que cerrar la puerta del negocio para que no entre el olor, para colmo vendemos comida”.

Los especialistas coinciden en que, de mantenerse en los próximos años la tendencia, no sobrevivirán en el mediano plazo ni el canto del jilguero ni la levedad de los gorriones, ni el frenesí cromático de los colibríes ni el industrioso tesón de los horneros. Y si lo hacen será en poblaciones marginales.

“Traerlos fue una mala idea, tanto que ya pueden considerarse una plaga” evalúa Julio Milat, director del Museo Ornitológico de Berisso: “son un poco como ‘barrabravas’, ya que no sólo compiten con las especies autóctonas por el alimento sino también por los espacios de nidificación; y no encuentran barreras naturales, porque las aves rapaces que se alimentan de palomas no suelen atacarlos porque no están acostumbradas”.

De este modo, los estorninos siguen invadiendo árboles y cuadras del casco urbano platense, principalmente del microcentro.

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