En
el marco del ciclo “Cuatro Ficciones: libros, escritores, charlas,
debates”, que organiza
La intemperie sin fin (1977/78 - 2003/08) de Juan José Gorasurreta, constituye un trabajo de investigación sobre uno de los más grandes poetas argentinos. La preparación previa insumió cerca de seis meses y la filmación demandó más de setenta horas de labor. Realizado en la casa del poeta y en sus alrededores, en la ciudad de Paraná, Entre Ríos, el film rescata imágenes cotidianas de su realidad.
Este mediometraje no pretende ser una ilustración de su poesía sino el registro visual y sonoro de su vida, al momento de cumplir 81 años. La banda sonora se elaboró a través de una rigurosa selección de poemas que son leídos por el mismo Juanele y su esposa Gerarda. Tiene una duración de 42 minutos.
La orilla que se abisma (2008) de Gustavo Fontán, está planteada como un viaje, un recorrido por el río. Como los ríos, como todo viaje, la película tiene meandros, pequeños cauces, desvíos y momentos de descanso. El film es un diálogo con la poética de Juan L. Ortíz y parte de algunos interrogantes: ¿será posible mirar y mirar, y mirar, y llegar al sentido del río más allá del río? ¿Será posible mirar el paisaje hasta descubrir las dimensiones de lo que lo trasciende, es decir, que abisma? Su duración es de 58 minutos.
Sobre
Juan Laurentino Ortiz: poeta argentino (1896 - 1978). Pasó su infancia en las
selvas de Montiel, un paisaje que marcó su poesía para siempre. Realizó
estudios de Filosofía y vivió un corto tiempo en Buenos Aires. Allí participó
de la bohemia literaria de los años 20. Volvió pronto a su provincia. Aunque
integró movimientos políticos, vivió aislado del ambiente cultural de la
capital argentina.
La leyenda de su figura alta, flaca, concentrada en la observación del paisaje fluvial, trascendió más que su extensa obra, de una "espléndida monotonía", en la que identifica su espíritu con el paisaje que lo rodeó durante toda su vida.
Juanele, como comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital, fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la edición, característica que tiende a ser respetada en las ediciones actuales.
Los simbolistas franceses y la poesía oriental influyeron en su obra, caracterizada por la delicadeza y la disposición contemplativa, que alude siempre al río, los árboles, las inundaciones, los cambios climáticos, sin eludir la historia social de su provincia natal, mostrando siempre una especial sensibilidad por el drama de la pobreza y, en particular, por los niños que la sufren en su inocencia.
La tensión de su obra entre la comunión con el paisaje y el conflicto social fue magníficamente descrita por el propio autor en estos versos: No olvidéis que la poesía, / si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, / es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin, / cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin / y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor.