Por María del Carmen Taborcia (*), especial para NOVA
Término acuñado por Samuel Konkin a comienzos de la década de 1970. Se trata de una ideología política que plantea disminuir el papel y la influencia del Estado en una sociedad libre. Para ella, el Estado debe reducirse a proteger el espacio aéreo-terrenal de una nación. Y entiende, que uno de sus pilares es salvaguardar la libertad individual.
Muchos minarquistas concuerdan en que el Estado debe limitar sus funciones a las de un Estado “vigilante”: tribunales, policía, prisiones, fuerzas de defensa. Otros incluyen la gerencia de infraestructuras esenciales públicas, como las vías de circulación.
Suelen, sus partidarios, favorecer la administración y financiamiento de servicios gubernamentales en una pequeña jurisdicción –ciudad o municipio-, ya que consideran que las decisiones son más eficientes cuando quienes las toman están más cerca de aquellos sujetos a las que van dirigidas.
Esta corriente de pensamiento, también conocida como “estado mínimo”, propicia que permanecería solo un poder ejecutivo, legislativo y judicial con poderes esencialmente acotados.
Los impuestos a pagar en este tipo de organización, son exiguos y los individuos pueden decidir utilizar su riqueza en lo que consideren más apropiado de acuerdo a su escala de valores.
La idea del “gobierno mínimo” requiere mucho análisis y obviamente una gran reestructuración de las sociedades y su articulación tal como las conocemos en la actualidad. No caben dudas que los gastos del gran Leviatán menguarían ostensiblemente.
La concepción de la Miniarquía y sus difusores, nos tientan con un gobierno que recaudaría menos gravámenes pues sus costos de operación se verían sumamente restringidos.
Para los defensores de este sistema, uno de los actores más ineficientes y dañinos para resolver conflictos es el lento, burocrático y costoso gobierno paternalista que se puede observar en prácticamente todos los gobiernos del siglo XX.
Quizás a medio camino entre los regímenes existentes y la anarquía, los minarquistas o libertarios, nos ofrecen algo innovador para cavilar. Sin embargo, no debemos olvidar que muchos de sus límites son difusos, ya que existen numerosas propuestas y perspectivas.
(*) Abogada y escritora
