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Asentamientos abandonados

La desigualdad social en La Plata no forma parte de la agenda política

Así luce el barrio de Bertha Soto. (Foto: NOVA)

Por Isaac Quispe Rojas, de la redacción de NOVA

“Por ser asentamiento, por ahí, no nos quieren dar bolilla en ningún lado y, al mismo tiempo, me parece que eso es una discriminación”, relata con voz pausada Bertha Soto, para NOVA. Parada sobre la cenagosa calle 52, frente a la casilla donde vive, su mirada brillosa va y viene entre 179 y 185, advirtiendo los límites del barrio.

Hace seis años que Bertha y su familia viven ahí, fue la tercera o cuarta familia que llegó al lugar. Recuerda que “había monte total y lleno, lleno de pastizal alto. Me vine porque no podía pagar más alquiler. Hemos pedido veredas porque es imposible caminar con el barro porque parece un pantano”.

El barrio de la localidad de Lisandro Olmos, de acuerdo con el informe 2016 de la ONG Techo, es uno de los más de 157 asentamientos que hay en la ciudad de La Plata, donde “cada vez que llueve hay agua pasando los tobillos, entra agua a todas las casas. Lamentablemente, tenemos un arroyo grande, de ahí explota el agua y sale por donde tiene que salir”, dice Bertha.

Cuando hay urgencias, al asentamiento, donde viven alrededor de sesenta familias, no entran taxis ni ambulancias debido a que los caminos están muy estropeados, llenos de pozos. Los vecinos han intentado limpiar las zanjas llenas de pasto y ramas pero no cuentan con las herramientas adecuadas. Por eso le han pedido a la delegada Liliana Lucha que mande un tractor.

Para tomar el colectivo caminan más de seis cuadras hasta la ruta y “hay días en la que los chicos ni a la escuela pueden ir, porque el camino es intransitable; el que tiene botas sale, el que no tiene, no puede. Salen de acá con una zapatilla y llegan mojados a la ruta y ahí hay que llevar otra. Pero también corren peligro que se patinen y se caigan”, exclama Soto.

Pero la lucha de Bertha va más allá, no solo quiere el mejoramiento de las calles, también piensa en las niñas y los niños. Es así que en su casa, junto a la organización Barrios de Pie, “queremos abrir la copa de leche para los chicos porque hay mucha necesidad, la mayoría que vive es gente humilde”.

Quienes quieran solidarizarse pueden acercarse con ropa, juguetes y, sobre todo, alimentos. Además, para construir el espacio donde cocinar y recibir a los chicos necesitan chapas, maderas y membranas; la mano de obra la ponen las vecinas y los vecinos. “Siempre mi sueño fue hacer algo para los chicos y la verdad que se está cumpliendo”, se esperanza.

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