Opinión
Enfoque

La Identidad Platense debe ser construída entre todos

La ciudad de La Plata, constituye un modelo, arquitectónico y urbanístico, digno de preservarse para las generaciones presentes y futuras.

La ciudad de La Plata, tanto por su estructura como por su desarrollo, constituye un modelo, arquitectónico y urbanístico, digno de preservarse para las generaciones presentes y futuras.

El comentario anterior resulta especialmente oportuno, porque la preservación del patrimonio tanto monumental, como el natural y el identitario constituye hoy una tendencia aceptada por todos sus habitantes.

En este contexto, la preservación y/o conservación de mojones urbanos y hasta sectores completos de nuestra ciudad resulta la consecuencia lógica del rescate de nuestra identidad para poder proyectarnos al futuro.

Después de un largo camino en el que muchos testimonios físicos, lamentablemente, no pudieron ser salvados de la destrucción (y entre ellos seguramente se recuerda especialmente al viejo Mercado y al anterior Teatro Argentino) tenemos en la ciudad un catálogo y una legislación que acompañarán el proceso de preservación.

Independientemente de los alcances del catálogo (que nunca fue publicitado con certeza) o la vaguedad de la legislación (sujeta a veces al criterio especial de los funcionarios), no podemos negar que existe un punto de partida que, de continuar en las administraciones municipales del presente y del futuro, puede llegar a constituir una forma de política de estado.

Naturalmente que es el propio estado el que tiene que preocuparse por conservar la integridad, en principio, de su propio patrimonio, impidiendo que se disgregue o se desfigure ampliando, remodelando, o peor aún, demoliendo parte de la estructura edilicia en la que el mismo funciona (el Bosque Platense desde su creación es un nefasto ejemplo de las idas y vueltas al respecto).

Pero para que el proceso anterior no se transforme en una moda y pierda vigencia en poco tiempo, todas las medidas deben encuadrarse en una propuesta más general, no solamente ¨legislada¨ sino más bien ¨consensuada¨ a través del protagonismo de todas las personas interesadas en este tipo de medidas.

No basta con tener buenas intenciones sino tratar de lograr a través de una herramienta adecuada que las personas interesadas se sientan involucradas en el proceso, a esta herramienta se la identifica con un nombre cuyo uso también es actual, y al que hay que cuidar para que no se transforme también en una moda, es el ¨Planeamiento Estratégico Situacional¨.

Porque seguramente, aunque para una ciudad con la tradición de La Plata, promover la preservación del patrimonio constituya una moda deseable, mucho más deseable es que se traduzca en medidas de gobierno eficaz, formando parte de un proceso de planificación global.

Las medidas anteriores tienen que dar respuesta a las tres preguntas clásicas: ¿Qué preservar?, ¿Cómo preservar? y, ¿Cómo difundir y concientizar?

No basta con que un grupo ¨erudito¨ determine qué merece ser preservado y qué puede ser demolido, es necesario que ¨todos¨ sepan porqué hay que preservar, y entre todos establezcan las pautas para que una parte del todo deje de constituir una forma de propiedad individual para transformarse en propiedad común o sea en el patrimonio cultural compartido.

La existencia de un catálogo de obras que merecen ser preservadas, pero que nunca fue publicitado en sus alcances ni publicado en su totalidad, ni especificado quiénes y con qué grado de representatividad en la ciudadanía platense determinaron el valor de los bienes a preservar o conservar, constituyen medidas contraproducentes para lograr la participación, e influyen para que el propietario de todo bien ¨generosamente incluído¨ tenga al menos temor sobre las consecuencias del manejo de su propiedad.

Pero, así como no es deseable que al tema lo maneje un grupo de eruditos, mucho menos es deseable que establezca que ciertas partes son propiedad en común mientras que otras pueden eliminarse porque no se ubican en contexto.

Frecuentemente se observan intervenciones en las que se respetan solamente los elementos estructurales de las fachadas preexistentes, eliminando aberturas, detalles (como la firma de los constructores) y elementos complementarios.

El resultado de lo anterior, a lo que normalmente se suma, el uso de revoques y pinturas que no responden a las características de las originales suele ser bastante pobre, una pobre caricatura del edificio que se pretende preservar.

Es evidente que la falta de criterio unificado puede llevarnos a creer, usando una imagen trasladada al plano humano, que a través de la conservación del esqueleto estamos guardando la imagen de las personas.

Por todo lo expuesto, tan importante como la reflexión sobre las dos consideraciones anteriores es que solamente se puede preservar lo que se conoce, y más aún, lo que se conoce en profundidad.

Existe una sola forma de preservar: con la participación de todos e incluyendo (muy especialmente) al entorno del casco histórico.

Tan importante como lo anterior, es el hecho de que una vez establecido el motivo que origina la preservación se establezcan los medios que permitan que lo preservado se mantenga, porque tiene un valor muy pobre establecer restricciones al uso por parte de los propietarios cuando no se le acercan los elementos que mantengan al testimonio en el tiempo.

Respecto a lo anterior, el factor humano es fundamental, porque de nada sirve intentar preservar aquello sobre lo que no se puede realizar una conservación preventiva.

Al respecto el empedrado histórico es paradigmático porque aunque se intente mantener en la forma en la que fue realizado es muy difícil encontrar mano de obra que pueda repararlo y mantenerlo en condiciones pero, aún así consideramos que el tema debe ser contemplado en su totalidad, no reemplazándolo ni manteniéndolo por caprichos, los adoquines forman parte de nuestra identidad y, la misma no debería ser cubierta por una capa asfáltica porque es más fácil hacerlo, sino enmarcado esa acción en un Plan Global para la ciudad elaborado con el pueblo platense aportando su voz y propuestas.

Lo mismo podemos decir del reemplazo de las baldosas fundacionales. Aquellas baldosas impuestas por ordenanza a poco de comenzada la vida de nuestra ciudad, nos permiten reconocerla en el mundo y reconocernos como platenses al transitarlas, al punto que la misma Municipalidad posee una fábrica para elaborarlas al sólo costo de los materiales.

Ahora bien, nuestro Intendente decidió reemplazarlas sin motivo por otras diferentes, compradas y que además fueron pagadas por todos los habitantes del Partido, no importa si uno es frentista en esa vereda o viva en Colonia Urquiza.

Demolición de viviendas patrimoniales para construir edificios sin siquiera la cantidad de cocheras necesarias para cubrir la propia demanda de estacionamiento de sus propietarios, reemplazo del adoquinado sin criterio integral, reemplazo de baldosas patrimoniales, descuido, abandono e imprevisión en el arbolado urbano son sólo algunos de los avances sobre nuestro patrimonio identitario.

Incluso el patrimonio intangible debe ser defendido, promovido y protegido. El caso más impactante se observa en los muñecos de fin de año, arte efímero reconocido mundialmente que temporada a temporada, en lugar de aumentar e incorporar a la construcción a nuevas generaciones, ve disminuida su cantidad por la inacción, desidia o trabas burocráticas municipales

Nada de lo planteado anteriormente es de difícil resolución, más aún, podemos decir que la misma es muy simple, basta con tener la decisión política de hacerlo.
Planificación, Decisión, Participación, Protagonismo Ciudadano, Plan Maestro, Legislación de Apoyo deberían constituir el lenguaje habitual de los sucesivos funcionarios municipales, cuya función básica es la de responder a las necesidades de los ciudadanos en su totalidad pensando en nuestro futuro y no en la próxima elección.

Por Sergio H. Poggi y Edgardo Chacón, ambos arquitectos.

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