Una capital que representaba orgullosa a una provincia cuyo tamaño, población y producción la ubicaba y ubica al nivel de varios países.

Años de descompromiso la llevaron a la postración actual: veredas intransitables, dificultad de conexión entre los barrios, de la periferia al centro y con las localidades vecinas; calamitoso estado de la vegetación, notable diferenciación de recursos municipales entre el centro y los barrios, profundizándose a medida que nos alejamos de Plaza Moreno.

Una ciudad contaminada, tanto ambiental como visualmente. Una ciudad donde prima el individualismo sobre el bien común y se ve reflejado tanto en la destrucción de construcciones patrimoniales para elevar edificios como la construcción de barrios cerrados sin planificación, limitando el futuro crecimiento armónico de las localidades, con un caótico y congestionado desarrollo del sistema de transporte y tránsito, pensado en dos dimensiones, considerando sólo las calzadas sin contemplar otras posibilidades y, tantos hechos más que merecerían un artículo aparte el sólo nombrarlos.

La breve síntesis anterior nos lleva a plantear la necesidad de una "refundación histórica de La Plata", donde volvamos a retomar los principios y valores que dieron origen a nuestra capital, pero elaborada entre todos, donde cada platense sea protagonista del resurgir que soñamos.

Debemos recuperar el orgullo de ser platenses, el orgullo de vivir en la capital de la principal provincia de Argentina.

Sabemos que por más que quieran intentarlo, no formamos parte del Conurbano, ya que, junto al Gran La Plata, (esas localidades vecinas que fueron separadas de nosotros por un bando de una dictadura militar), conformamos la Región Capital, separadas territorialmente del conglomerado AMBA por un gran espacio verde conformados por el Parque Pereyra (el original Parque de los derechos de la ancianidad) y el cinturón frutihortícola.

Basta ver una imagen satelital de ambos conglomerados urbanos para comprender la marcada diferencia entre ellos.

Tenemos una coyuntura histórica para potenciar el crecimiento conjunto de nuestra ciudad y la región, los intendentes de los principales distritos son del mismo signo político del gobernador y, ningún gobernador que pretenda mostrar la pujanza de su provincia puede permitirse tener a su capital en estado decadente. Recorriendo las demás capitales provinciales podemos observar la importancia que sus gobiernos les asignan.

Para que nuestra ciudad recupere el sitial que le corresponde, tanto las autoridades como la población deberán trabajar en conjunto asumiendo el rol que la importancia requiere. Sólo entre todos podemos hacerlo.