Opinión
Justicia

El número Py

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

No se sabe con exactitud si se trata de una representación. Parecieran coristas en un escenario de conveniencia. Podrían ser solo eso, histriones de la justicia.

Es conocida su inacción ante los encumbrados dirigentes políticos de nuestro país. Son los jueces federales, con asiento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quienes concentran en sus manos las causas de corrupción contra funcionarios públicos nacionales.

Años, décadas han pasado, muy poca justicia ha quedado. Los ciudadanos ya no creyentes, igual festejan sus decisiones, se han puesto “los pantalones” por fin.

Integrantes de un mismo poder: el Estado. El Poder Judicial, no mira hacia otro lado. No está distraído, siempre sabe todo y calla. Es la llamada “connivencia” o simplemente “complicidad”. En biología connivente es: lo que está más o menos separado de otro por la base pero que por el extremo está muy próximo a él o incluso en contacto, aunque sin llegar a soldarse.

Apariencia, fachada, escenografía. Falsedad, engaño, farsa. Una teatralización antes y ahora. No hay duda del acto cuasi dramático que han puesto sobre tablas. El proscenio es propicio, pero vamos magistrados, todos nos damos cuenta que son muy malos actores.

Repentinamente, todos parecen recordar las leyes, la Constitución, y se ajustan en sus procedimientos a ellas, y sobre todo, las aplican. ¡Genial! Emplean el principio de la celeridad: “Hurra”.

Somos un gran público, algunos sentados en primera fila en cómodas plateas, otros más alejados en asientos modestos, pero todos en el mismo coliseo observando la misma obra.

Aunque a la farándula judicial le sienta bien lo trágico, en mi rostro se dibuja una leve sonrisa, quizás, no se le dé mal, después de todo, la comedia.

Pero hay otro acto al que aspiramos, otra función. Un juicio, un veredicto, una condena. La gradería espera.

(*) Abogada y escritora.

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