Opinión
Dominación y sumisión

El Estado y el bondage

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

El contrato social es un acuerdo realizado en el interior de un grupo por sus miembros, como el que se adquiere en un Estado con relación a sus derechos y deberes y los de sus ciudadanos. Se entiende que todos los integrantes del Estado, por voluntad propia, están de acuerdo y admiten la existencia de una autoridad máxima y de normas a las que se someten.

La esencia de la teoría del contrato social, cuya formulación más conocida es la de Jean-Jacques Rousseau, es que para vivir en sociedad, los seres humanos abandonan la libertad que tendrían en estado de naturaleza y aceptan implícitamente un contrato que les otorga ciertos derechos como: salud, alimentación, seguridad y educación.

Según esta teoría todos los hombres nacen libres e iguales por naturaleza, pero la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, por lo que la fuerza de la legislación debe aspirar a mantenerla.

El bondage, es una práctica sexual que persigue el placer, y en el que uno de los miembros de la pareja mantiene atada total o parcialmente a la otra persona, es decir, que esa sería la definición más aceptada: el uso de ataduras. Estas pueden ser cuerdas, esposas, lazos, cintas, etc.

Para que no conlleve riesgos de vida, suelen establecerse algunos límites como el consentimiento de las partes, estar informado para saber en qué consiste, la sensatez, el elemento seguridad y otros. Serían pautas que los individuos adoptan por decisión propia, previas al juego erótico.

Existe en el bondage una disciplina, una relación con reglas, castigos, adiestramiento, con roles asimétricos de amo-esclavo. Dominación y sumisión. El dominante manda y dispone, pero siempre hasta los términos del consenso; el sumiso obedece.

Entiendo, aunque parezca extraño, que entre el Estado y el bondage hay similitudes, pero también grandes diferencias.

¿Prevalece realmente en la persona que es parte del Estado la anuencia a todos sus códigos?; o como contracara, ese Estado ¿nos brinda las garantías y derechos que presume conceder?

Renunciar a parte de nuestra libertad en el Estado para satisfacer nuestras necesidades ¿es consciente o inconsciente?

(*) Abogada y escritora

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