Como todos los martes, Marcelo Chediak brindó la columna de “Tomar Conciencia” en el aire de BerissoCiudad en Radio, donde se trató las etapas del consumo y sus causas.
En este sentido, comenzó describiendo que las tres grandes causas son: lo individual, lo familiar y lo social, pero para que una persona termine en la dependencia y consumo se tienen que dar las tres al mismo tiempo.
El primer riesgo se da durante la etapa de la adolescencia, porque es donde aparece el primer padecer. Allí se empieza a romper con el lazo familiar, la búsqueda de la identidad, empiezan las primeras libertades donde uno se muestra a la sociedad.
Lo cierto es que “hoy más que nunca se nota que los chicos que caen en el consumo no lo hacen por elección, sino por el sistema de vida, por la falta de oportunidades. Además, hay un estigma social de clase y poca sensibilidad ante los chicos que duermen en la calle, o las personas que se quedaron sin trabajo”.
Por eso mismo, se resaltó en el aire de Cadena Radial NOVA la necesidad de un Estado que garantice los espacios de contención como la escuela y los clubes.
Con respecto a “probar” y en la primera etapa se puede jugar a “lo que está bien y qué está mal”, pero “hay que tener en cuenta que a esa edad hay muy poca decisión”.
La realidad es que “a veces no hace falta probar, porque sabemos o vemos en otros ejemplos lo que genera. Y cuando vas creciendo intelectualmente vas discerniendo y no hace falta llegar a eso”.
“El cuerpo acompaña lo que el cerebro manda, tu cerebro culturalmente empieza a achicarse. Entonces como familiares del adicto lo que hay que priorizar es la contención, pero puede suceder que un padre o madre se enoje con la situación, para ellos es necesario buscar o delegar a otra persona el acto de la confianza para que el adicto pueda expresarse y sentirse acompañado”, reflexionó el operador terapéutico.
En estas cuestiones, “hay que ser inteligente y estratega”, y una de las maneras de prevenir estas situaciones en el plano familiar es a través de la honestidad por parte de los adultos, diciendo lo que pasa en la casa, haciéndole saber a su hijo qué es lo que lo pone mal o bien, expresando sus sentimientos, para que el día de mañana el joven repita esa actitud que le fue dada de ejemplo.
