Opinión
¡Estamos infestados!

Se solicita flautista

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

“El flautista de Hamelín” es una fábula o leyenda alemana, documentada por los Hermanos Grimm y publicado como cuento en el año 1816. Allá por el año 1284 la ciudad de Hamelín estaba infestada de ratas. Un buen día apareció un desconocido que ofreció sus servicios a los habitantes del pueblo. A cambio de una recompensa, él les libraría de todas las ratas, a lo que los aldeanos se comprometieron.

Entonces el desconocido flautista empezó a tocar su flauta, y todas las ratas salieron de sus cubiles y agujeros y empezaron a caminar hacia donde la música sonaba. Una vez que todas las ratas estuvieron reunidas en torno al flautista, éste empezó a caminar y las ratas le siguieron al sonido de la música. El flautista se dirigió hacia el río Weser y las ratas que iban tras él, perecieron ahogadas.

Cumplida su misión, el hombre volvió al pueblo a reclamar su recompensa, pero los aldeanos se negaron a pagarle. El cazador de ratas, muy enfadado, abandonaría el pueblo para volver poco después, en busca de venganza.

Es así como la narración se torna truculenta, pues, mientras los habitantes del pueblo estaban en la iglesia, el hombre volvió a tocar con la flauta su extraña música, pero esta vez fueron los niños, ciento treinta niños y niñas, los que le siguieron al compás de la música y abandonando el pueblo los llevó hasta una cueva. Nunca más se les volvió a ver.

Hay numerosas versiones respecto de lo que sucedió con los niños, tratándose de una leyenda no podía ser de otra forma. Incluso muchas interpretaciones históricas y teorías mencionan finales diferentes.

Analizando esta fábula, pareciera existir una cierta similitud entre la primera parte de la misma y la vida colectiva de nuestra nación. Resulta que si nos ponemos a pensar un poquito, realmente: ¡Estamos infestados!

No podría aseverar que nos rodean las ratas, dado que estas son animales muy limpios, muy sociales y se han revelado como grandes mascotas. Pero ¿necesitaremos de un flautista? ¡Quizás termine con la plaga que nos azota! Eso sí, paguémosle para evitar males mayores.

(*) Abogada y escritora

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