Opinión
El arte de persuadir

Política y mentira

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

Hannah Arendt (filósofa y politóloga alemana nacionalizada estadounidense), se planteó –en un ensayo titulado Verdad y política– el tema de si, en política, hay que decir siempre la verdad, ya que la mentira ha sido vista habitualmente como una herramienta necesaria y justificable no sólo para la actividad de los políticos sino también para la del hombre de Estado. Así, según el general MacArthur, el presidente Roosevelt “nunca decía la verdad cuando le servía igual una mentira”.

Existe en la actualidad un choque entre la verdad de hecho –la verdad objetiva– y la opinión de los ciudadanos. De manera que si la verdad de hecho se opone a la opinión dominante de un grupo de ciudadanos con fuerza suficiente para imponer su criterio, aquella verdad de hecho es hoy recibida con una hostilidad mayor que nunca y, por ende, rechazada.

Verdad es un concepto abstracto de difícil definición. El término procede del latín verĭtasy está asociado con la conformidad de lo que se dice con lo que se piensa o siente. Otra forma de entender la verdad es como el juicio que no se puede negar racionalmente. Si alguien dice: “Esta mesa pesa cinco kilogramos” y, tras proceder a pesarla, confirma dicho peso en la balanza, nadie puede decir que la afirmación no era verdadera. La verdad de Perogrullo, en el lenguaje coloquial, se refiere a toda aquella verdad que es sabida de manera notoria.

Aristóteles definió la política como “el arte de lo posible”, y también expresaba que la política era la “búsqueda del bien común”. Sin embargo otros opinan que “la política es ahora el arte de hacer posible lo imposible”.

Por otra parte, Groucho Marx, de manera más burlesca e irónica, decía que "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados."

Sin embargo, lo que nadie puede negar es la relación entre la política y la mentira. Muchos durante años han utilizado a Maquiavelo como excusa, repitiendo esta frase que aunque nunca dijo han pretendido que lo sintetiza: "El fin justifica los medios", idea que permite hacer de la mentira, una acción cotidiana e incluso racional del ejercicio de la política moderna. Este principio, construido en la época cuando la sociedad en un 95 por ciento era iletrada, sacada de contexto y aplicada hoy, podría ser transitoriamente útil, pero está inevitablemente destinada al fracaso.

En la contemporaneidad, una cosa es asumir que la política es el arte de la persuasión en función de un proyecto político o ideológico, y otra es asumir que es el arte del engaño. Imaginar que hoy, en la era de las redes sociales, internet, dispositivos electrónicos y digitales, se puede engañar políticamente con plena impunidad moral, es querer pagar muy caro el ejercicio de una profesión fundamentalmente noble, y desvirtuada por el pragmatismo y la mercantilización de la política.

Quizás algún día llegaremos a la misma conclusión de Jorge Luis Borges´cuando expresara: “Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos”.

(*) Abogada y escritora

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