Opinión
La revolución de la alegría

El tren fantasma

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

Aunque no tuviéramos conocimiento total y profundo de la realidad, y que no comprendiésemos la magnitud de la devastación dejada por la anterior gestión, entendíamos que el dispendio y la mala praxis en la faz económico-financiera habían dejado una nación en ruinas. La corrupción por la cual surgieron de la nada nuevos multimillonarios, es otro capítulo, el más importante.

Sin embargo, hubo nuevas promesas, otras ilusiones. Pero pronto nos llevaron de la “revolución de la alegría” a la consternación. Con shock o gradualismo, da lo mismo, se nos fue cargando sobre los hombros el costo de la fiesta organizada por otros; y ni siquiera es a la romana.

El tren de la alegría arribó a la estación, puntual, Argentina subió, y de a poco comenzó a transitar por túneles penumbrosos, curvas cerradas, contracurvas, con telarañas que caen, apariciones de monstruos y fantasmas que asustan.

El convoy iba veloz, muchos fueron eyectados a través de las ventanillas, otros permanecieron precariamente sujetos a sus asientos, impávidos.

Hace muchos años dijo Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de Estados Unidos: “Para conservar nuestra independencia no debemos permitir que nuestros gobernantes nos agobien de deudas a perpetuidad… Si nos endeudamos excesivamente, tendremos impuestos sobre lo que comamos y bebamos, sobre lo que nos sea indispensable o nos depare comodidades, sobre nuestro trabajo y nuestras diversiones… Si evitamos que el gobierno malgaste el esfuerzo del pueblo con el pretexto de velar por sus intereses, lograremos la felicidad de los ciudadanos”.

Quizás no hemos tenido la suficiente bravura o coraje para evitar las desastrosas administraciones. Hemos permitido demasiado durante décadas. Siempre en el mismo parque de atracciones, dando vueltas en la misma calesita.

¿Esperamos que los políticos nos den la sortija? Tarde, ya se la llevaron hace mucho. Y además no tienen licencia para conducir.

Nadie rinde cuentas ni asume un gobierno a beneficio de inventario, total el responsable de todo es el Pueblo porque eligió, y por ello, también debe ser castigado. Extraña paradoja.

(*) Abogada y escritora

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