Opinión
Del humor blanco, al dinero negro

Gilligan, la isla y el paraíso

María del Carmen Taborcía, abogada y escritora.

Por María del Carmen Taborcía (*), especial para NOVA

Aunque se trata de una serie televisiva estadounidense de la década de 1960, creció en popularidad gracias al tiempo que tuvo de redifusión, sobre todo en los años 1970 y 1980. Su personaje principal, Gilligan, es ampliamente reconocido como un ícono cultural y para muchos seguidores es considerada una serie de culto.

Cuando el bote turístico, con el capitán, su ayudante y cinco pasajeros emprenden un tour de tres horas, en medio del paseo cae una fuerte tormenta, el barco se accidenta en medio del Océano Pacífico y las siete personas terminan varadas en una isla a 480 kilómetros de Hawái.

El personaje principal era un torpe marinero llamado Gilligan. “La isla de Gilligan” fue una comedia de situación, enfocada en un estilo más familiar y “blanco”, es decir que podía ser disfrutado tanto por adultos como por niños y adolescentes, y que no contenía connotaciones negativas, como burla, ironía, cinismo, racismo, etc.

Una de las curiosidades de esta serie, es que muchos televidentes, creyendo que la situación era real, enviaban cartas a la guardia costera de los Estados Unidos pidiéndole que rescatara a los náufragos. Sus protagonistas querían salir de la isla, pero mientras tanto debían hacer lo posible por subsistir llevando una convivencia aceptable.

Andorra es un verdadero paraíso natural en los Pirineos, entre España y Francia. Y es allí donde nuestro hombre de apellido Gilligan, se presume, guardaba unos dineros no declarados en Argentina. Aunque no es una isla, pero también es un pequeño territorio, en este caso rodeado de montañas.

Andorra, terminó con el secreto bancario, a partir del 1 de enero de este año, abandonó su estado de “paraíso fiscal”, por lo que sus clientes optaron por remitir sus fondos a otros vergeles impositivos o cerrar sus cuentas y depositar el efectivo transitoriamente en cajas de seguridad.

Gilligan, del humor blanco, al dinero negro; de la isla a la montaña y en paraísos que se encuentran en las antípodas. Pero no hay que asustarse, todavía quedan muchos edenes. ¡Por favor, dos cocos para mí!

(*) Abogada y escritora

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