NOVA Show
Francisco Andía revela su fórmula

Creación colectiva: el infalible método teatral de explorar vínculos y relaciones

Tras 15 años de actuación, el periodista Francisco Andía bucea en su nuevo rol como director teatral. (Foto: NOVA)

Con 15 años de trayectoria, el actor y periodista platense Francisco Andía, visitó las oficinas de NOVA para hablar sobre su primera obra como director, La sangre quieta, un drama social estrenado en 2016 que en septiembre volverá a los teatros protagonizado por Rosario Andía, Paula López Periquito y Silvia Carrera.

Siempre desde la actuación, Francisco realizó talleres, seminarios y entrenamientos, pasando por diferentes compañías teatrales. “Hacía rato que tenía ganas de dirigir. Si bien me gusta actuar, quería explorar eso de estar del otro lado, mover más los hilos. La dramaturgia también me atrae mucho” cuenta, aclarando que hasta el momento no le puso nombre a su proyecto artístico.

Con una fuerte militancia dentro del peronismo, trabaja en el área de difusión de la Secretaría provincial de Derechos Humanos y en su web de noticias La Plataforma. En 2002 comenzó sus estudios en la carrera de Planificación Comunicacional de la Facultad de Periodismo (UNLP) al unísono con su exploración actoral, debido a una gran pasión por la escritura.

— ¿De qué se trata la obra que estás presentando?

Son tres actrices interpretando a una madre y sus dos hijas en un texto de creación colectiva que fue surgiendo a partir de los ensayos. Con dos de ellas, Rosario y Paula, empezamos a improvisar una serie de situaciones con disparadores que iban surgiendo.

Así comenzó a tomar forma la historia de dos hermanas con una madre muy presente en la cabeza de una de ellas. Vimos que hacía falta convocar a una actriz que hiciera de madre y se sumó Gloria Rávalo.

Lo novedoso está más bien en la puesta en escena, que en el texto mismo, ya que conviven las tres en diferentes planos. El foco está puesto en la cabeza de una de las hijas, en su locura. Es una mujer que quedó muy atada, no pudo hacer su vida ya que siempre estuvo cuidando de su madre mientras que la otra hermana desde muy joven se fue, viajó por todo el mundo.

El conflicto es cuando esa hermana vuelve y pretende vender la casa. Es una historia bastante común en nuestra sociedad, no sólo el tema de los hermanos queriendo vender la casa sino también la fuerza que puede llegar a tener la imagen materna en nuestras cabezas.

En marzo hubo un impasse porque Gloria se fue a vivir a otra ciudad entonces tuvimos que buscar un reemplazo. Se nos retrasó un poco la obra ya que la idea era hacerla en estas vacaciones de invierno, pero hace 15 días empezamos los ensayos con una nueva actriz, Silvia, para volver a las tablas en septiembre.

— ¿Qué otros proyectos tenés en mente?

— Estoy con otra obra para estrenar el año que viene, con este mismo método de creación colectiva. La premisa es explorar vínculos y relaciones, un universo bastante amplio que se irá acotando a medida que vaya surgiendo la historia.

A este proyecto se sumaron tres actores, mi hermana Rosario, Leandro Aun y Javier García, con quienes venimos ensayando hace dos meses y cada vez sale algo nuevo. Gracias a la experiencia anterior, sé que eso empieza a tomar forma con el tiempo, la clave está en ensayar y no abandonar. Los actores dan mucho de sí mismos, yo dejo que se brinden lo más que puedan y a su vez también me estoy conociendo como director.

— ¿Cómo te sentís en este nuevo rol?

— Uno tiene la responsabilidad de llevar adelante un proceso, de tener la energía bien canalizada para que haya armonía entre los actores; debe estar pendiente de todo por cualquier cosa que pueda pasar y tener la fortaleza para solucionarlo, es responsable del resultado.

A veces me dan ganas de meterme y actuar, pero todavía no me animo, creo que hay que ser muy capaz, tener mucha experiencia para estar de los dos lados.

— ¿Con qué género te sentís más cómodo? y ¿cuáles fueron los mejores momentos de tu carrera actoral?

— Siempre hicimos cosas muy distintas, no tengo un género que me guste más, pero si me pongo a escribir siempre me voy para el lado de la comedia.

Disfruté mucho todo lo que hice, pero recuerdo Cabaret trágico, una obra que hicimos en 2007 del chileno Alejandro Jodorowsky. Fue una linda experiencia aunque medio caótica porque éramos un grupo de siete u ocho personas pero no teníamos director. Terminamos haciendo sólo algunas escenas porque es una pieza que se puede fraccionar. Por otra parte, el texto no dice absolutamente nada sobre la puesta, así que podíamos hacerlo de la manera en que se nos ocurriera.

Me gustó ese texto y las locuras que salían a partir de él. Jodorowsky es un autor muy existencialista, además es director de cine.

— ¿Qué diferencias podés identificar desde tu experiencia, entre un actor de teatro y de cine?

— En el teatro existe algo que en el cine no: la retroalimentación con el público. A esa energía que se genera, el actor cuando está arriba del escenario la siente y se alimenta de ella. Ahí uno se da cuenta si el espectador está comprometido con lo que está viendo o está en cualquiera.

Esa retroalimentación al actor lo carga, me ha pasado estar en el escenario sintiendo esa energía que es la que te motoriza para desarrollar la escena.

Con respecto al vivo, siempre antes de empezar una obra, ya sea desde la actuación como desde la dirección, hay nervios. Yo pensé que como director no me iba a pasar pero desde la cabina donde estoy junto a la iluminadora, igual siento muchos nervios porque soy responsable y me siento parte de lo que pase ahí abajo. Cuando empieza a entrar la gente en la sala, a veces a uno le dan ganas de salir corriendo.

Por otro lado, en teatro el actor tiene bastante libertad para modificar el texto pero hay un límite. Creo que es mejor que utilice las palabras que más le sientan, siempre y cuando no sean claves.

— ¿Qué opinión te merecen los actores argentinos contemporáneos?

— Hay buenos actores que me parecen excelentes, como por ejemplo Juan Minujín en El Marginal; o Gerardo Romano. A mí me gusta la versatilidad, cuando son capaces de interpretar facetas distintas de un ser humano. No me gusta el actor que hace siempre lo mismo porque creo que en definitiva es él, no está actuando, por ejemplo me pasa un poco con Ricardo Darín. Me gustan los que realmente se transforman, sin necesidad de disfrazarse.

El actor también depende mucho del guión y justamente esta serie de Minujín tiene uno muy bueno, está bien tratado el tema; hay una exploración por parte del escritor y los productores bastante acertada. Entonces me parece que un buen texto, sumado a un buen actor que haga cierto análisis de ese mundo, tiene que dar como resultado un gran trabajo.

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