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Un año

Inundaciones en La Plata: repaso de las marcas de una tragedia

La tragedia que afectó a todos los platenses. (Foto: archivo de NOVA)

Las inundaciones que sacudieron la tranquilidad de la ciudad de La Plata el 2 y 3 de abril del 2013, afectaron a todos los platenses por igual. A algunos el agua les irrumpió su casa, a otros la catástrofe les llegó a través del dolor de sus vecinos. La inundación se llevó vidas, recuerdos, años de trabajo y dejó en el camino solidaridad, miseria, reclamos, oportunismo político y un reclamo de justicia que se extendió hasta estos días. A un año del trágico temporal, NOVA repasó los hechos más importantes.

Finalizaba uno de los fines de semanas más largos del año, seis días libres para disfrutar de unas mini vacaciones. Algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires habían amanecido bajo agua y los platenses miraban por TV el paso de una temporal inusual por la Capital Federal. Nadie se imaginó que la inclemencia climática se repetiría en la ciudad de las diagonales y mucho menos que los daños serían los conocidos.

Durante la tarde del martes 2 de abril las lluvias se fueron intensificando con el paso de las horas. Cuando la noche cubrió el cielo la furia de un temporal sin precedentes y no pronosticado dejó caer sobre la histórica ciudad de las diagonales cientos de milímetros de agua, que horas más tardes se transformaron en lágrimas. En los primeros minutos del miércoles 3, miles de almas ya pedían ayuda desde el techo de sus casas, mientras otros se abrazan a lo poco que podían salvar de sus viviendas.

El panorama comenzaba a ser estremecedor: calles anegadas, vecinos escapando de un peligroso río, muebles flotando por todos lados buscando un rincón donde apoyarse, autos estropeados, platenses que partieron sin poder despedirse de sus seres queridos, agua, mugre, miseria, dolor, frío, miedo, soledad, angustia, impotencia, abandono de la dirigencia política.

Con las primeras luces del día, llegó la colaboración. A la queja ante la falta de ayuda y compromiso gubernamental, o la demora en su aparición, surgió la acción solidaria del voluntario. Aquel que se había mojado un poco menos, aquel que el agua no le había dañado tanto su hogar, aquel que no había perdido un ser querido, aquel que tenía algo para dar, se sumó a una cadena que se repitió durante más de una semana por distintos puntos de la ciudad. La solidaridad se multiplicó por todo el país y la autopista Buenos Aires- La Plata se colapsó por los camiones con donaciones que arribaban desde distintas latitudes de Argentina.

El sol también puso en evidencia la desidia por parte del Estado y la falta de responsabilidad a la hora de calzarse las botas de goma y salir a poner la cara ante la situación. Los que llegaron tarde a la zona de desastre siguen siendo cuestionados en los distintos actos y marchas que mes a mes desarrollan vecinos damnificados por el temporal y familiares de víctimas de la inundación. El calendario quiso que las anegaciones se produjeran en pleno año electoral y la tragedia fue caballito de batalla de muchos candidatos políticos. Sin embargo, como “a cada cerdo le llega su San Martín”, muchos pagaron en las urnas los costos políticos de no estar a la altura de la circunstancia. El agua a estos no los ahogó, pero les llegó al cuello.

El denso río fue bajando de a poco y apareció la angustia ante lo perdido. Lo sorprendente de esta tragedia es que había afectado a todos los habitantes de la ciudad por igual. Una densa línea en las paredes de las casas no discriminó barrios ni estratos sociales. Como si la naturaleza hubiese querido dar una lección de vida, marcó con negro las viviendas de todos los platenses sin importar nacionalidad, poder adquisitivo, nivel social, locación habitacional, edad ni sexo.

Mientras algunos hogares iban limpiándose y desinfectándose de la mugre que dejó el paso del agua, muchos vecinos comenzaron a organizarse en reclamo de justicia. Justicia por los muertos y las pérdidas materiales. El dato llamativo de la protesta se lo llevaron los actores. Es que el sujeto que reclama desde el minuto cero es el de clase media, porque el agua llegó a lugares al que antes no había arribado y son los vecinos del casco urbano los que siguen encabezando el reclamo.

Es que en la periferia platense la participación y organización vecinal fue mucho más baja. Los vecinos de esas zonas no tardaron en calificar como habitual este tipo de pesadillas. Lamentablemente ese “estar acostumbrado a esto” se repitió en cada casa que se levanta a la vera de los distintos arroyos de la ciudad. El reclamo de estos platenses no surgió con la llegada de las últimas inundaciones. La pobreza y la miseria por estos lares quedaron en evidencia con la subida del agua, pero es de larga data.

Como suele ocurrir, al válido reclamo vecinal se le sumó la voz de miembros o militantes de la oposición, quienes en muchas ocasiones se olvidaron de la bandera que enarbolan los reales damnificados y gritaron a favor de sus propios intereses. Utilizando el reclamo de muchos platenses afectados por el temporal, fueron varios los opositores que hicieron de la tragedia un escenario para panfletear sus plataformas e ideas partidarias.

A los políticos que ni la inundación los sensibilizó se le sumaron los oportunistas de siempre, que se hicieron pasar por damnificados para obtener algunos beneficios. El ejemplo más claro fueron los créditos otorgados por el Banco Provincia, que rápidamente fueron absorbidos por muchos ciudadanos que nos habían padecido pérdidas materiales derivadas del temporal y que aprovecharon la ocasión, y la falta de control por parte de la entidad financiera, para tomar grandes sumas de dinero no sólo para arreglos de casas, sino para la compra de bienes de lujos, como automóviles.

Uno de los fantasmas que dejó la inundación es la sospecha en torno a la cifra de víctimas fatales. La lista oficial detalló en un primer momento 52 muertos. Sin embargo, a los rumores de vecinos que hablaban de la existencia de más fallecidos, se sumó la denuncia del juez en lo Contencioso Administrativo Luis Arias quien manifestó la existencia de más de 80 víctimas de la catástrofe. La investigación sobre la cantidad de muertos y la búsqueda de responsables puso la lupa sobre la actuación de la Policial de la Provincia y hoy la actuación de la morgue policial del cementerio platense es parte central del análisis.

Los trágicos hechos padecidos por los platenses el pasado 2 de abril afectaron profundamente la sensibilidad de las personas. Es que hasta la rutina se ve alterada ante la caída de algunas gotas, la presencia de nubarrones o el informe del servicio meteorológico. Es tan reciente la herida, que no serán necesarias armas letales para volver afectarla.

Este miércoles se cumple un año de una de las catástrofes climáticas que más dañó a La Plata. Los vecinos afectados y diferentes organizaciones marcharán una vez más por las calles de la ciudad para exigir justicia por aquellos que ya no están y por los daños materiales padecidos. Entre lágrimas, gritos y cánticos se recordará a las víctimas y se denunciará a los responsables. Las grandes ausencias serán las mismas de hace un año. No sólo faltarán los vecinos silenciados por el paso del agua, sino que no habrá autoridad gubernamental que se anime a mostrar la cara y a hacerse responsable de no prever con infraestructura tamaña tragedia.

A un año de la inundación en La Plata, las cifras de la catástrofe indican que llovieron 320 milímetros en dos horas, que 2200 personas fueron evacuadas, que más de 80 personas murieron, que más de 12 mil familias resultaron gravemente afectadas, que más de 6 mil millones de dólares se contabilizaron en pérdidas materiales y que 365 días no fueron suficientes para olvidar.

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